Es probable que en estos días todos hayamos tenido en momentos puntuales una fuerte sensación de intranquilidad, de nerviosismo, llegando a tener palpitaciones o sudoración excesiva. ¿Qué significan estos síntomas? ¿Debo preocuparme? A la primera pregunta responderemos con una palabra, ansiedad. ¿A la segunda? En absoluto. La respuesta de ansiedad ante situaciones nuevas o de incertidumbre es la más normal. De forma fácil y sencilla, podríamos entender la ansiedad como aquella reacción de alerta que, de forma inconsciente y anticipada, tenemos ante estímulos (externos como un accidente o internos como pensamientos) que a nuestro parecer pueden ser peligrosos o dañinos y que viene acompañada por sentimientos negativos o sensación de tensión.
Debemos fijarnos en dos palabras que aparecen en esta definición: en primer lugar, la palabra inconsciente, lo que podríamos entender como sinónimo de incontrolable, en el sentido de que no decidimos en qué momento va a aparecer. Por otro lado, anticipada. Una característica de la ansiedad es que aparece para avisarnos de que algo malo o desagradable puede ocurrir, es decir, antes de que suceda, por lo que nos prepara y nos mantiene alerta para cuando ese acontecimiento suceda. Esa característica anticipatoria de la respuesta de ansiedad es la que le da un carácter adaptativo, porque hace que estemos “preparados” para lo que venga. Sin embargo, esta afirmación necesita de un matiz: para que la ansiedad sea adaptativa (o normal ante una
situación estresante) debe encontrarse dentro de unos niveles normales, siendo coherente con el estímulo estresante que la desencadena.
Otra característica que debemos conocer de la respuesta de ansiedad es la curva que su representación gráfica dibuja. Como se observa en la imagen, la ansiedad no es constante en el tiempo, sino que traza un forma de “campana”. ¿Esto qué significa? Afortunadamente, esta
representación visual nos informa de que los niveles de ansiedad pueden ir aumentando hasta llegar a un punto máximo, en el que comenzarán a disminuir. Por lo que, si aparece esta temida sensación, debemos ser conscientes de que, si como en la mayoría de los casos no es una ansiedad patológica, ésta terminará por desaparecer.
La distinción entre la ansiedad adaptativa y la ansiedad patológica no es tarea sencilla, aunque de ésta última debemos saber que provoca tal nivel de malestar que supone un problema en el día a día, generando una reacción exagerada antes aquella cosa o situación que la desencadena e impidiendo un adecuado desarrollo de la actividad social, laboral u otras áreas de la vida cotidiana de las personas.
La complejidad de la respuesta de ansiedad podría llevarnos a una explicación un tanto pesada y controvertida, por lo que el objetivo principal de este post, más allá de convertirnos en expertos en el tema, es informar de que la ansiedad es algo que está presente en el ser humano, que no debemos entenderla como un problema siempre que sea una reacción coherente con el “peligro” que se pueda presentar, como la incertidumbre que genera el estado de alarma en el que nos encontramos. ¿Es normal tener ansiedad por lo que está ocurriendo ahora mismo? Completamente. Ahora, debemos hacernos una pregunta aún más importante, ¿qué puedo hacer para sentirme mejor?
- En primer lugar, debemos comprender qué es la ansiedad y pensar de forma lógica. No debemos sentir miedo si ésta aparece en estos días, sabemos que desaparecerá. Sabiendo que está presente, tenemos que aceptarlo.
- Huir en este caso no es la solución, de nuevo, el miedo desaparecerá. Una alternativa eficaz que tenemos frente a la huida en esta ocasión puede ser la realización de ejercicios de respiración cuando aparece la ansiedad, o incluso antes, evitando que ésta aparezca. Un sencillo ejercicio de respiración que puede servirnos sería inhalar profundamente por la nariz, mantener el aire durante 5 segundos, y expulsar el aire poco a poco.
- Tratar de mantener una actitud positiva será la clave para conseguir una sensación de bienestar. Como hemos dicho la ansiedad aparece antes del “peligro” y anticipar lo que va a pasar de forma negativa no va a aportarnos nada bueno. Seamos realistas, no pesimistas. Un ejercicio que podría ayudarnos es pensar en situaciones adversas del pasado y en cómo las hemos gestionado y superado. Esto nos hará ver las fortalezas que tenemos y las habilidades propias que nos ayudan a superar los peores momentos.
- Expresa libremente tus sentimientos y emociones, dejando a un lado las comparaciones. Cada persona es diferente y, por supuesto, siente de forma diferente a los demás las circunstancias.
- Dedícate tiempo. Es importante buscar actividades que nos aporten placer o bienestar, así como tener un adecuado descanso, alimentación e higiene.
- No busques una solución rápida para la ansiedad, no existe. Sabemos que la ansiedad termina desapareciendo, por lo que debemos darle su tiempo y no caer en soluciones que parecen efectivas en el momento como el tabaco o el alcohol, cuando su efecto pase las consecuencias podrían ser aún peores.
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