Tras una larga espera, parece que la normalidad (o al menos la “nueva normalidad”) asoma poco a poco y se deja ver. En muchos puntos de nuestro país ya se puede disfrutar de esa ansiada caña al sol y, en otros muchos puntos, llegarán esos momentos en apenas unos días.
Sin duda, esto está siendo posible gracias al gran esfuerzo que, en conjunto, hemos hecho, dando una gran lección de empatía y responsabilidad. Sin embargo, ahora es cuando tenemos que aunar aún más nuestras fuerzas para que continuemos en este camino.
Es más que probable que nos inunde la euforia al ver a nuestra familia y amigos tras tanto tiempo, pero debemos ser conscientes de que todavía debemos contener los abrazos y besos que con tantas ganas guardamos para ellos. Quizás, nuestro mayor aliado en estos días sea la precaución y recordar que el peligro aún existe y es real, pero siendo cautelosos con la higiene y la distancia social conseguiremos convivir con él en compañía de nuestros allegados. De igual forma, vernos rodeados de nuestra gente, o volver a nuestro puesto de trabajo, puede venir acompañado de una extraña sensación de angustia o estrés.
Estas emociones que surgirán de la vuelta a las calles, agradables o desagradables de sentir, todas ellas son adaptativas y debemos aceptarlas, sean las que sean, y tratar de normalizarlas, siendo siempre conscientes de la situación en la que nos encontramos.
Además, debemos saber que una emoción no es lo mismo que un pensamiento. Más bien, la emoción es la reacción que nuestro cuerpo produce (por ejemplo, alegría) cuando un pensamiento aparece en nuestra mente (mañana voy a poder ver a mi mejor amiga en persona). Así, una vez diferenciados los conceptos, sería muy interesante ver qué pensamienos son los que están “alimentando” mis emociones.
A priori, si pensamos en volver a disfrutar de la compañía de nuestros seres querídos, lo “normal” sería sentir alegría, ¿no es así? Sin embargo, esto no tiene por qué ser lo que nos ocurra a todos. ¿Significa entoces que estoy enfermo?
ABSOLUTAMENTE NO. Como en cada situación, debemos tomarnos un tiempo para adaptarnos a la nueva situación.
Algo parecido ocurrió al principio del confinamiento. Si te hubiesen dicho que pasarías los próximos dos meses en casa, ¿cómo crees que te hubieses sentido? Probablemente tu primer pensamiento seria algo como “¡A mi me da algo!” Pero al final… hemos visto que, a pesar de algún día malo, hemos sido capaces de adaptarnos a la situación y hacerle frente al confinamiento.
Por tanto, esta vuelta debería comenzar eliminando los juicios de qué es normal y que no lo es. Pues como en cualquier situación novedosa, es probable que sintamos emociones un tanto desagradables, aun cuando la mayoría de la gente etiquete esa situación como “buena”.
Entonces, si aparecen estas emociones desagradables, ¿qué hago? ¿Puedo quedarme en casa hasta que no “me quede otra”?
La evitación (no “enfrentarnos” a aquello que tememos o que nos produce alguna emoción desagradable) por lo general no es aconsejable. Sin embargo, tampoco debemos obligarnos a cumplir las expectativasde quienes nos rodean. En primer lugar, debemos ver qué nos está ocurriendo, ponerle nombre a esa emoción que aparece y ver cómo nos hace sentir. Por ejemplo: estoy saliendo del portal por primera vez y me encuentro a unos 8 vecinos reunidos. Empiezo a notar una sensación de malestar, una ligera presión en el pecho y veo como mi pulso comienza a acelerarse. A esta sensación la voy a etiquetar como angustia y la voy a localizar en el pecho.
Una vez registrada y analizada esta emoción, voy a pensar ¿es normal que me sienta así? Para contestar a esta pregunta debemos ser sinceros y realistas: Después de tanto tiempo, puede ser normal que me angustie ver tantas personas a mi alrededor.
En este momento tengo 2 alternativas: salgo a la calle, viendo cómo me siento y si puedo o no manejar las situaciones (Me apetece tomarme un café con mi amiga Laura y veo que hay un bar que tiene la terraza a rebosar y otro en el que apenas hay 2 mesas ocupadas. Si me siento en la terraza donde hay menos gente me sentiré mejor, y me habré “enfrentado” a la mala sensación que había tenido al salir del portal y ver a gente cerca de mi) o, como segunda alternativa, me vuelvo a casa porque la sensación me ha desbordado. Ya en casa, habiendo reconocido la emoción que se ha producido (la he puesto nombre y la he localizado en mi cuerpo) pienso: ¿qué quiero hacer yo con esta emoción? ¿Qué pensamientos hacen que mi emoción sea cada vez más fuerte? A partir de este punto, aún sin salir de casa, ya estaremos avanzando enormemente en nuestro camino.
Esta segunda alternativa puede surgir, sobretodo los primeros días, y no pasa nada. Ésto no significa que no vayamos a poder salir nunca más de casa. Para conseguir un pasito más en nuestro camino, sería recomendable hacer un ejercicio de memoria que nos hará sentir mejor y nos dará fuerzas para intentarlo en otra ocasión: ¿Me he enfrentado alguna vez a situaciones que me aterraban? ¿He conseguido hacerle frente al miedo y solventar esos malos ratos? ¿He seguido adelante? ¡Sí, sí y sí!Echar la vista atrás y ver que hemos superado situaciones difíciles, ver de qué forma lo hemos conseguido yqué hemos puesto en juego de nosotros mismos, puede hacernos sentir más fuertes y, además, darnos alguna de pista de cuales son nuestras fortalezas.
Ahora que comenzamos a sentirnos libres de salir de nuevo, no nos olvidemos nunca de la libertad de sentir.
Relacionado
Related Posts
PSICOMOTRICIDAD
Hola a tod@s!!! Ya es miércoles y ¡aquí estamos otra vez! Hoy venimos para...
Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad
El TDAH es un trastorno que aparece en la infancia o adolescencia. La...
LOS HERMANOS
Probablemente los hermanos sean de las personas que más huella nos dejan....
SUICIDIO
El suicidio, por desgracia, sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad. ¿Por...