«Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más tiempo del necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. […] Es salud mental, amor por ti mismo, el desprenderte de lo que ya no está en tu vida». (Paulo Coelho: Cerrando círculos).
¿Acaso nunca has sentido miedo al final? Al final de una relación sentimental, de una amistad, de una relación laboral…
En ocasiones, cuando pensamos en qué significa para nosotros “el final”, lo que se nos viene a la cabeza puede ser la muerte y los sentimientos desagradables que suele acompañar este pensamiento. Sin embargo, la finalización de etapas importantes como, por ejemplo, la emancipación de la residencia familiar o acabar la etapa estudiantil para comenzar a trabajar, también son un final y, pueden venir acompañados de sentimientos agradables de sentir.
Probablemente todos en algún momento de nuestra vida, si no nos hemos encontrado ya con un final, tendremos que enfrentarnos a ese punto, a ese “adiós” en nuestro camino que marcará un fin, pero también un comienzo. Y al final, valga la redundancia, es con lo que debemos quedarnos, con el nuevo comienzo que supone un final.
Ésto no significa que debamos “resetear” nuestra cabeza y hacer como si nada nos hubiese ocurrido. Por “suerte” (o por evolución) nuestro cerebro nos permite aprender de situaciones que hemos vivido, o que hemos visto en personas cercanas, para no cometer un mismo error una y otra vez.
Del mismo modo, no debemos permanecer en el pasado como si se tratase del presente. Como expresa el autor Paulo Coelho en la frase que inicia este blog, debemos vivir en el presente, dejando a un lado aquellas cosas que pertenecen al pasado y que hoy no aportan a tu vida.
Si bien es cierto, hay situaciones que pueden resultar más complicadas de “dejar atrás” o de “cerrar” por las emociones que nos provocan, como por ejemplo la ruptura de una relación sentimental. En estos casos es cuando se convierte en determinante la forma en la que queramos actuar (y pensar) para enfrentarnos a ese final:
No mires atrás si no es para aprender. El futuro está frente a tí, no a tu espalda.
¿Para qué preguntar el “por qué” de algo que ya pasó? Olvida el resentimiento y los rencores pasados, hoy ya no valen para nada.
Y sobretodo, recuerda, el final es también un nuevo comienzo.
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