Si nos paramos a pensar en lo que está sucediendo estos días, hay una palabra que puede definir el sentimiento general de la población: incertidumbre. Esta incertidumbre, según la actitud que tomemos para afrontarlo, se puede transformar en numerosos estados, siendo el estrés el más común.
Entendemos por estrés a aquella sensación que nosotros mismos generamos cuando hacemos frente a situaciones difíciles y que, de algún modo, suponen un esfuerzo, ya sea mental o emocional. Habitualmente, este estrés se traduce en nuestro cuerpo como una tensión física. Pero, ¿qué le ocurre a nuestro cerebro cuando nos sometemos a esta incertidumbre o estrés de forma constante?
Ante una situación estresante, como es el estado de “encierro” en los domicilios que nos está tocando vivir, nuestro cerebro activa su sistema de alerta particular y comienza a segregar cortisol. El cortisol, o más comúnmente conocido como la “hormona del estrés”, es un glucocorticoide que es secretado por la corteza suprarrenal (justo encima de nuestros riñones) gracias a la orden hormonal del hipotálamo, -zona del sistema límbico (pintada en la imagen)-que tiene la función de producir las hormonas necesarias para mantener un correcto estado de “equilibrio” orgánico u homeostasis y para mantener reguladas nuestras emociones, ciclos de sueño y otros aspectos más fisiológicos.
La liberación de cortisol, de forma controlada y en niveles adecuados es esencial para poder disfrutar del bienestar que supone estar despiertos y activos durante el día -”preparados para la acción”- y al mismo tiempo ser capaces de descansar durante las noches. Sin embargo, cuando la situación puntual de estrés se convierte en una situación crónica (o no conocemos a ciencia cierta cuándo va a finalizar dicha situación, como ocurre actualmente en nuestro país), los ciclos que regulan la secreción del cortisol dejan de funcionar correctamente, produciéndose un exceso de esta hormona que, en gran cantidad, se vuelve “tóxica” para nuestro cerebro, desembocando en problemas de salud física y emocional.
Entonces, ¿qué podemos hacer para regular nuestro nivel de cortisol? podemos utilizar dos vías: por un lado, podemos optar por la reducción directa de la producción de esta hormona. Por otro lado, tenemos una vía indirecta que finalmente va a hacer que consigamos regular estos niveles, reducir nuestro nivel de estrés.
- VÍA DIRECTA: REDUCCIÓN DE LOS NIVELES DE CORTISOL
- Realiza ejercicio físico. Éste no debe ser un deporte de riesgo, por lo que será una actividad que podemos realizar dentro de nuestro domicilio.
- Mantén el contacto con familiares y amistades. Este contacto no tiene por ser físico, ¡aprovéchate de la tecnología!
- No olvides una buena alimentación y beber agua.
- VÍA INDIRECTA: REDUCCIÓN DEL ESTRÉS PARA REGULAR LOS NIVELES DE CORTISOL.
- Identifica pensamientos negativos que aumentan la sensación de miedo y malestar. Verbalízalos, para hacerte consciente de su realidad. ¿Estoy siendo realista? ¿Qué pruebas tengo para afirmar que lo que pienso va a suceder? ¡NO DEBEMOS ANTICIPARNOS!
- Busca actividades que puedan convertirse en rutina en los días que tengamos que permanecer en casa. Quedarse en la cama NO ES UNA SOLUCIÓN. No olvidemos incluir en estas rutinas la higiene personal.
- Sé optimista sin obviar la realidad. Si cumplimos las medidas preventivas, no tenemos por qué padecer la enfermedad ni sufrir sus consecuencias. Y si la padecemos, seamos consciente del día a día, pero mirando también hacia atrás, ¿acaso nunca antes hemos superado situaciones temidas?
- Trata de evitar (aunque sea una tarea realmente complicada) la sobreexposición a la información referida a la situación que provoca ese estrés, atendiendo únicamente a aquella información que proviene de fuentes oficiales y contrastadas.
- Realiza actividades de relajación (por ejemplo con la respiración), pues no requieren de material ni de un espacio concreto para llevarlas a cabo. Son múltiples las páginas de internet que aportan información acerca de estas técnicas, por aquí dejamos una de ejemplo.
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